Herbert W. Kapitzki (1925-2005) asistió a las clases de Baumeister de 1949 a 1952. De 1970 a 1990 fue profesor de comunicación visual en la Escuela Superior de Bellas Artes de Berlín.
Cuando nosotros, la generación nacida en torno a 1925, empezamos tras el final de la Segunda Guerra Mundial a preocuparnos por nuestra formación y a comenzar una carrera, estábamos muertos de hambre. No solo teníamos el estómago vacío, sino que habíamos sufrido también la escasez de alimento espiritual. Así pues, mi encuentro con Willi Baumeister en la Academia de Stuttgart fue una experiencia excepcional y, como seguramente también le ocurrió a muchos otros, solo fui consciente su verdadero significado años más tarde. Ya se ha mencionado en reiteradas ocasiones que era un profesor perspicaz y estimulante. Esto es particularmente cierto en mi caso, pues fue de algún modo un descubridor y estimulador de intereses y talentos que muchas veces solo tocaban marginalmente su propio ámbito de trabajo. Ejercía una atracción extraordinaria sobre todos los que queríamos aprender algo sobre arte, pero no tenía la intención de que los que se encomendaban a sus enseñanzas se restringieran al campo del arte en sentido estricto. Le era mucho más importante establecer conexiones y mostrar que la creación de procesos visuales no puede limitarse a las artes plásticas.
Para él un signo, como por ejemplo el logotipo de DLW [Deutsche Linoleum Werke], o un anuncio para Tietz, era un proceso de creación sujeto a las mismas condiciones racionales y emocionales que una obra de arte plástico. La controversia recurrente sobre si un logotipo o un cartel pueden ser considerados obras de arte o bien ser contemplados como obras realizadas bajo las condiciones de una exposición artística, no tenía significado alguno para él. En este sentido, se inscribía en la tradición de la Bauhaus, de De Stijl y de la creación constructiva de los años veinte. Crear fue siempre para él un proceso comunicativo global que debía cumplir con las funciones que le eran asignadas. La estética es un componente importante y debe hacer referencia al objeto. Lo decorativo se excluye porque prevalece sobre el contenido, que es lo fundamental. El sentido que se da a lo que se transmite es lo prioritario.
Las sesiones de corrección se realizaban en los salones de la Academia ante tantos interesados (y discípulos) que apenas había posibilidad de cambiar más que unas pocas palabras y había que contentarse con coger al vuelo un gesto o un murmullo aprobatorio. Las horas que más me han marcado son las mañanas de domingo pasadas en casa de Baumeister en la Gänsheide[strasse], a las que uno era invitado personalmente y con solemnidad. Ahí surgió mi interés por la tipografía, la organización creativa de signos. Baumeister me explicaba hasta el más mínimo detalle ejemplos de composición, logotipos de empresa, etc. de su época de Fráncfort. Aprendí muchas cosas útiles para la práctica más allá de los estudios de arte propiamente dichos y pude por fin comprender los contextos históricos del arte en el tiempo de entreguerras.
Pero también era importante estar con el maestro y los demás estudiantes. Siempre estábamos intercambiando nuestras impresiones y conocimientos, discutiendo y preguntando, y al final todos parecían saber cómo organizar sus vidas. Por supuesto que había grupos con diferentes intereses, pero la cuestión de la existencia –en particular la existencia como artista– era algo que todos tomábamos muy en serio después de las experiencias de la guerra. Esta época de búsqueda de orientación y de parámetros trajo consigo amistades que se han mantenido hasta el día de hoy. También ellas son el resultado de unos estudios donde lo que aprendimos en el contexto de la escuela de Baumeister ha dejado una impronta duradera.
(Extracto de una contribución al Hommage à Baumeister - Freunde erinnern sich an ihren Lehrer. [Homenaje a Baumeister –Los amigos recuerdan a su profesor]. Catálogo de la exposición, Galería Schlichtenmaier, Grafenau Schloss Dätzingen 1989, pp. 56 y ss.)