Introducción a la inauguración de la exposición Hommage à Baumeister en la Academia Estatal de Bellas Artes de Stuttgart el 2 de marzo de 1979. Fritz Seitz (1926 - 2017) asistió a las clases de Baumeister de 1950 a 1954. De 1965 a 1992 fue profesor en la Escuela Superior de Arte de Hamburgo donde enseñaba los fundamentos de composición pictórica.
Todo el que se acercaba a la persona de Baumeister descubría pronto su calidez y su naturaleza robusta y simpática. Si bien se percibía energía y actividad interior, su expresión se atenuaba por su placidez y su cálido encanto, del que se traslucía un humor socarrón.
Y luego estaba esa dulzura característica, la atención reflexiva que dedicaba personalmente a cada uno cuando se discutían los trabajos de los alumnos, la manera titubeante de expresarse, sus juicios llenos de tacto. Nos sentábamos espontáneamente en semicírculo, con Baumeister entre nosotros. No andaba dando zancadas por la clase, no tenía conductas autoritarias. Allí donde se sentaba había humo, pero eso se debía su inevitable puro. Aprendimos a apreciar este gesto. Aquellos de nosotros que habíamos conocido los infernales berreos de los patios de cuartel alemanes veíamos aquí la garantía de algo totalmente diferente, de algo que habíamos estado buscando.
Esa atmósfera agradable también estaba bien ventilada. Con ello me refiero a las formas racionales de transmisión que distinguían las clases de Baumeister. Durante las sesiones de corrección se nos enseñó a tomar conciencia de la metodología. Se reflexionaba sobre los medios y los caminos, y todo lo que se podía decir se expresaba claramente. Esto nos capacitó rápidamente para fundamentar nosotros mismos nuestro trabajo y para formar progresivamente nuestro propio juicio.
Muchas de las cosas que habíamos abordado después de 1946, ciertamente habían sido aplicadas de forma solo superficial, de segunda mano. Este cúmulo fue vaciado, pues era necesario que comprendiéramos que las florituras y lo decorativo, lo que se toma de otros y lo añadido, no podían ser lo original. De ahí que lo decorativo fuera considerado el enemigo mortal de la expresión.
Nosotros no pintamos cuadros, estudiamos.
Esta frase figuraba algunas veces en la pared, encima de los trabajos reunidos para la corrección. Esto era manifiestamente programático. También escuchábamos frases como:
El artista no debe buscar un efecto, debe inducir a un estado.
Estado – camino – hallazgo: Esta sucesión de causas y efectos situaba la enseñanza de Baumeister en la estela de las grandes tradiciones de las civilizaciones orientales. En ese contexto se inscribe también esta significativa frase:
La obra también debe contener la gran línea de la pasividad.
Uno podía notar que todo lo que hacía este hombre estaba atravesado por lo universal y por aquello que llamamos humano en general.
Y concluyo: como ya se ha sugerido, el motivo del homenaje no admite que hagamos de sus adversarios de la época el blanco de agrios ataques. Pero no puedo guardar silencio por completo sobre los obstáculos que fueron puestos nuevamente en el camino de Baumeister después de 1946. Es preciso saber que había un empeño en trasladar la enseñanza de Baumeister a una práctica institucional, lo que en última instancia habría reestructurado por entero la Academia de Stuttgart. A esto se opusieron fuerzas que supieron impedirlo a su modo. No hay duda de que en los años anteriores a 1950 hubo algunos intentos de boicoteo. Y cuando llegó a los 65 años de edad, se encontró de nuevo con una puntual despedida, pese a que en ciertos casos siempre se pueden hacer gratas excepciones. Pero suficiente por ahora.
Señoras y señores, recordemos que sin duda la mayoría de sus adversarios de la época están enterrados. Sí, hoy les quiero pedir, al menos en esta ocasión, que seamos indulgentes. Hagan suyas también estas palabras de Baumeister, pronunciadas en una de las célebres discusiones de los Coloquios de Darmstadt. En aquel entonces reconoció sobre sí mismo:
Yo soy de esas personas a las que no les gusta estar en oposición a algo, ¡PERO por ello soy contrario y enemigo de aquellos que se dedican a juzgar y condenar!
Por tanto, iríamos en contra del espíritu de Baumeister si justamente hoy, cuando conmemoramos el 90º aniversario de su nacimiento, juzgáramos y condenáramos a otros.
Quiero dirigir las últimas palabras a la juventud, que era la compañía que Baumeister prefería, a la que quería y la que le ha correspondido a ese afecto: ¡nosotros, los antiguos alumnos de este hombre, les deseamos que tengan la fortuna de encontrar una autoridad verdadera, y que además tengan la capacidad y la libertad de reconocer y aprovechar esa autoridad, abiertos al espíritu de la evolución que no conocemos, que aún está ante nosotros como algo desconocido, pero que deseamos realizar con todo nuestro ser!
(Extractos del discurso, citado de Kermer 1992, p. 189 y ss.)