Gerhard Uhlig (1924 - 2015) asistió a las clases de Baumeister de 1949 a 1953. En 1953 se convirtió en profesor de educación artística, a partir de 1969 fue rector y jefe de estudios de educación artística en Münster.
Durante mis estudios (educación artística y profesor de secundaria) hubo dos profesores que influyeron especialmente en mi concepción del quehacer artístico: J. Hegenbarth y W. Baumeister. Ambos eran trabajadores, las maneras de artista les repugnaban.
Trabajar significaba para Baumeister la reflexión intensa y sincera sobre los objetos que transmiten la información del cuadro, asociada a un tiempo de trabajo organizado y regular, con una duración determinada, igual que en cualquier otra actividad profesional. Baumeister se enfadaba cuando un estudiante tenía una actitud laxa frente al tiempo de trabajo, y no dudaba en manifestar su descontento a la persona en cuestión.
Las firmas en los cuadros o en las hojas de trabajo de sus alumnos no eran bien vistas. Consideraba las firmas símbolo de algo acabado, perfecto, que no admitía correcciones. En opinión de Baumeister, puede firmar aquel que ya no necesita clases; y debe tener en cuenta que para el observador la firma es un signo de calidad. Los aprendices que firman no estiman objetivamente su nivel de rendimiento. Lo prioritario debe ser el ejercicio, no el cuadro terminado. Esta postura de Baumeister aguzó nuestra autocrítica y el sentido de responsabilidad frente al observador/consumidor.
La estricta disciplina de trabajo de Baumeister iba pareja con la tolerancia y la calidez.
También se podían presentar para la corrección trabajos figurativos, nadie era rechazado por eso, contrariamente al comportamiento de algunos otros docentes de esa época, para quienes la enseñanza de Baumeister corrompía a la juventud y sus alumnos eran una provocación.
Las discrepancias entre Baumeister y esos profesores eran evidentes. Lo arrinconaban. Nunca lo vi en la cantina con esa gente, tampoco en otras ocasiones. Siempre que comía en la cantina se sentaba en nuestra mesa. Compartía su comida con los que sufrían privaciones. Tampoco comía solo el bocadillo que de vez en cuando le llevaba su hija a la Academia.
Los domingos por la mañana podían ir a visitarlo aquellos que se interesaban por sus cuadros, ya fuera como posibles compradores o como simples observadores. Llegaban visitantes de todo el mundo, de países europeos y no europeos. Pese a la generosidad que Baumeister demostraba esas mañanas, a veces parecía que eran un ejercicio obligatorio. A menudo los visitantes esperaban interpretaciones de los cuadros acordes con sus expectativas; pero a Baumeister eso no le interesaba. Con relativa frecuencia, esas mañanas delegaba en mí el asesoramiento artístico de los visitantes. Eso era una verdadera distinción para mí.
La enseñanza de Baumeister me ha acompañado en mi vida profesional, no con el afán de reproducirla, sino de continuarla. Influyó en mi propio trabajo artístico: en primer lugar y principalmente en mi actividad didáctica como profesor de arte en institutos de bachillerato, luego como responsable de esa asignatura en el Schulkollegium (Rectorado) de Münster, con un ámbito de actividades que se extendía a toda Westfalia, y también como director de los cursos de formación continua (para profesores de arte de educación secundaria) de este organismo.
Si tuviera que enumerar máximas que se desprenden de la enseñanza de Baumeister, subrayaría los siguientes puntos:
- La enseñanza del arte requiere objetividad. Debe esforzarse por interferir lo menos posible en la transmisión del objeto artístico al observador/intérprete.
- Solo entonces la sensibilidad (entiendo por sensibilidad la recepción y la transmisión de un estímulo de los sentidos hacia el órgano central –la percepción y la reflexión comienzan allí–), la percepción y la reflexión se unen para formar una unidad de sentido y desencadenan una acción eficaz.
- La sensibilidad presupone la reflexión; la reflexión no es posible sin sensibilidad.
- El entrenamiento de la sensibilidad es condición indispensable y debe equipararse al entrenamiento de la reflexión.
- Cuando se descuida el entrenamiento de la sensibilidad, se deben reflejar forzosamente los datos sensibles adquiridos teóricamente. Esto tiene como consecuencia un estancamiento de la creatividad; la creatividad condiciona nuevas formas de sensibilidad y de percepción.
- Gracias a su amplio campo de libertad no utilitaria, el arte ofrece muchas nuevas formas de sensibilidad y percepción. Promueve la sensibilidad de determinados ámbitos sensoriales y amplía la capacidad de percepción y asimilación del hombre. Aquí, el componente estético de las obras creativas es el mediador a través del cual es posible la percepción. Allí donde se lo banaliza o se lo reprime, se abre la puerta a las manipulaciones.
- El componente estético tiene una gran importancia sociopolítica y educativa.
Para el profesor de arte el objetivo no son los cuadros, sino la ampliación de las capacidades del alumno para que pueda comportarse de forma adecuada en su entorno, esto es, también frente a situaciones de creación. El cuadro realizado, también el cuadro mental, sirve al profesor como control del aprendizaje. El ejercicio es prioritario porque muestra al alumno, mejor que un cuadro terminado, en qué medida ha logrado éxito en el aprendizaje.
(Extracto de una carta a Wolfgang Kermer de 22 de abril de 1986, citado de Kermer, 1992, pp. 182 y ss.)