Acudí a las clases de Baumeister porque enseñaba de una forma moderna y porque, a diferencia de Beckmann y Delavilla, trabajaba sobre la abstracción. Su clase era espaciosa (dos aulas) y Wichert era muy estricto en la admisión de alumnos. Le presenté muestras de mi trabajo de un semestre de un curso preparatorio en Offenbach, tras lo que me admitió en su clase (otoño de 1929 hasta comienzos de 1933). Cursé con Baumeister dibujo libre, dibujo de desnudos, dibujo de figuras (modelos que en general conseguía yo misma y que posaban durante cinco minutos), composiciones con papel cortado y rasgado, telas, hilos, letras, también clase de fotografía y de pintura, en la que al principio nos hacía mezclar pintura al temple de color negro y blanco en cuatro cuencos diferentes con verde, azul, rojo y amarillo para obtener los célebres tonos de gris coloreado. Sus cuadros murales sin marco eran entonces su convicción artística. Acudí al departamento de fotografía del profesor Biering (que hablaba sajón y, como afirmaban algunas malas lenguas entre los alumnos, era malhumorado porque sufría de la bilis o bien empezó a sufrir de la bilis porque era malhumorado) para realizar reproducciones y mis primeros retratos con una cámara del estudio. Todavía no había fotómetro, pero sí dos cuartos oscuros con tres ampliadoras. En el mismo estudio utilicé también dos veces la técnica de pulverización con inyector y aparato de oxígeno para experimentar el efecto del trabajo con las plantillas de estarcir.
También frecuenté ocasionalmente el departamento de tipografía (sala de composición a cargo del profesor Albinus, defensor de la minúscula absoluta, que también tuvo que abandonar la escuela en 1933) para trabajar sobre diseños de carteles con letras dispuestas en diagonal. Baumeister: Tiene que ser lapidario. Además del aula de clase, Willi Baumeister tenía un estudio propio al que los alumnos podíamos entrar en todo momento y donde siempre se lo veía ante el caballete pintando sus cuadros con fondo de arena. Explicaba con gusto su técnica y en clase nos proponía hacer cosas similares. Podía conversar con nosotros mientras pintaba y se percibía que desde algún sitio emergía una asociación que le conmovía en el inconsciente.
Las clases de historia del arte del Dr. Gantner eran muy populares, pero las conferencias filosóficas sobre el arte que daba Willi Baumeister cada mañana eran inolvidables. Cuando llegaba, alrededor de las 10 horas, siempre había un alumno con una cerilla lista para encender su puro. Luego corregía nuestros trabajos y a veces hablaba sobre algún libro que alguien estaba leyendo en ese momento. Tenía una memoria prodigiosa y recordaba los nombres de todos los personajes de la novela de Dostoyevski que yo estaba leyendo.
Un rasgo típico de sus clases era que organizaba discusiones con otros cursos (por ejemplo, con los estudiantes de arquitectura del profesor Schuster) y que nos llevaba a trabajar con otras clases como oyentes. En ocasiones visitamos las clases de un profesor (el antiguo alumno Wolpert) que daba un curso de caracteres gráficos muy poco doctrinario y muy plástico. Cabe señalar además que los alumnos de la Escuela de Fráncfort tenían la suerte de poder extraer ideas interesantes de la moderna biblioteca del edificio de al lado, que contaba con un archivo cuidadosamente organizado, adonde yo acudía a menudo para leer las revistas modernas Das Neue Frankfurt (El nuevo Fráncfort) y Querschnitt (Corte transversal). Su director era el Dr. Diehl, que provenía de mi ciudad natal, Pirmasens.
En 1969 intenté ponerme en contacto con mis antiguos compañeros de Fráncfort para una exposición de alumnos de Baumeister, igual que la de ex alumnos de Stuttgart presentada en Wuppertal, pero no fue posible. En mi clase estaban, entre otras, Lotte Stern, Erika Wachsmann, Lotte Eichelgrün, Grit von Fransecki y la niña prodigio Fanny Beyer (estas dos últimas hacían a menudo demostraciones de claqué en excursiones de la escuela). Entre los estudiantes varones se encontraban Ernst Fay, Fechner, Wittekind, Börner, Kramer, Weinholdt, Hof y Jo von Kalckreuth. Poco antes de 1933 Jo fue echado de la escuela debido a su carácter y a que con frecuencia llegaba tarde, lo que disgustó mucho a Baumeister y a su colega Peter Röhl. Había un profesor de pintura mural llamado Bäppler que hablaba con un dialecto de Fráncfort que a menudo era objeto de parodias.
Para mí, que entonces tenía 18 años y era muy seria, Baumeister era demasiado irónico y a veces incluso sarcástico, tanto que mi (divertida) compañera Fanny le espetó en una ocasión: Sí, ¡pero ahora va a tener que responder por una vez en serio a las preguntas de Marta! Siempre nos animaba a visitarlo en su estudio, donde trabajaba en sus cuadros con fondo de arena, pero yo muchas veces sentía celos al encontrar allí a las guapas estudiantes de moda. Mi hermana Madeleine, que en ocasiones lo llevaba en nuestro Opel hasta Höhenblick en Ginnheim, tenía un trato relajado con él. Era una de las primeras mujeres que conducían, y a Willi Baumeister le gustaba hablar con ella sobre motores. También le interesaban las antenas y otras novedades (extravagantes). Algunas frases de Baumeister: en una exposición en 1932 en el Kunstverein de Fráncfort, los periodistas le preguntaron qué podía decir sobre un cuadro determinado, a lo que él respondió con su habitual humor sarcástico: Pensaba en una sopa de guisantes. - Cuando en el dibujo de desnudos acentuábamos demasiado el contorno y muy poco lo plástico, solía decir: El hombre es un muñeco de salchicha. Y si en un retrato pintábamos o dibujábamos de forma muy naturalista, comentaba: Cuanto más seguimos pintando, más se parece, ¿verdad?
Willi Baumeister colgaba todas las invitaciones a matinés e inauguraciones importantes en el tablón de anuncios, de modo que pude ver las películas abstractas y surrealistas de Fischinger, Hans Richter y Cocteau en la asociación Das Neue Frankfurt y conocer a la cineasta y sucesora del Dadá Ella Bergmann-Michel. Baumeister también nos mostró en clase los trabajos de Man Ray, Moholy-Nagy y Herbert Bayer, que fueron los primeros en elevar la fotografía al rango de disciplina artística moderna. En particular el libro de Moholy-Nagy Malerei, Foto, Film (Pintura, fotografía, cine), de 1925, produjo una gran impresión en la estudiante de arte que yo era en aquel entonces. Más tarde, aparte de la pintura, me dediqué a la fotografía, como otros realizan grabados al aguafuerte o litografías.
Para el profesor Willi Baumeister los artistas y los investigadores eran equivalentes. El artista trabaja como el investigador, hace descubrimientos. - Nos alentó a informarnos sobre la ciencia moderna, de la que nos explicó muchas cosas. Veía en el experimento y en su precisión técnica una tarea artística importante. En clase aprendimos a combinar la imaginación y la técnica a través de cuadros no figurativos con medios fotográficos (fotogramas).
Cuando en abril de 1933 mi profesor perdió su cátedra debido al régimen nazi, abandoné la Escuela de Arte. Nunca acepté a su sucesor Windisch y ya no podía aplicar lo que había aprendido, pues ni mi estilo ni mis ideas (¡bolchevismo cultural!) eran aceptadas. Así pues, estuve sin trabajo salvo por mis colaboraciones ocasionales para la revista Frankfurter Illustrierte (series de imágenes a partir de fotomontajes).