La evolución de la pintura de Baumeister no se vio interrumpida por su destitución de la cátedra de Fráncfort en 1933. Después de la toma del poder por parte de los nacionalsocialistas su obra y su evolución continuaron siendo muy variadas. Tras un período de trabajo marcadamente pictórico, durante un breve lapso a partir de 1936 desarrolló los ideogramas, imágenes extraordinariamente reducidas, tan orgánicas como cargadas de simbolismo. De su interés por la idea de Goethe de una planta original (Urpflanze) surgieron los cuadros de la serie Eidos, de gran riqueza formal y cromática.
Juego libre del color y la superficie
En lo puramente externo, esta fase estuvo marcada por la exposición de Múnich Entartete Kunst (Arte degenerado) en 1937, en la que se exhibieron algunos trabajos de Baumeister, y por el comienzo de la guerra en septiembre de 1939. Algunos rumbos que había emprendido en los tempranos años treinta, alcanzaron su madurez en esta época. La fase pictórica de Baumeister llegó a su punto culminante en estos años. Con Figura en movimiento (1936) y Máscara 4 (1936) se alejó más que nunca del arte que creaba en los años veinte. Con sus trabajos actuales continuaba en su búsqueda de nuevas formas de expresión, que había iniciado poco antes con los últimos cuadros de deportes.
Pero a partir de ahora reducía cada vez más la referencia a la figura humana en favor de un juego libre de colores y superficies. Formas que recuerdan a amebas parecen nadar sobre la superficie. Estas figuras se afirman claramente frente a los elementos que las rodean, pero a su vez entablan un diálogo con ellos, les ceden espacio e intentan por su parte abrirse paso hacia espacios libres. Máscara 4 es un ejemplo expresivo de la gran capacidad de abstracción de Baumeister, pues se trata al mismo tiempo de una figura y una máscara. Si bien a primera vista la composición parece alejada de lo humano, poco a poco se pueden distinguir miembros, ojos y otros elementos corporales. El carácter extraordinariamente simbólico de estos trabajos da lugar a diferentes interpretaciones.
Incluso en sus dibujos y en la obra gráfica Baumeister supo conservar su estilo de representación marcadamente pictórico. Figuras de líneas sobre marrón (1936) muestra la misma comprensión de la forma que Máscara 4. Los elementos de la superficie levemente difuminados no rivalizan con los contornos curvos, sino que más bien les confieren cuasi-tonalidades. Al igual que en la pintura, se reconoce la ambivalencia entre figura y máscara, que se evoca en el subtítulo Gran máscara. Como procedía a menudo con las litografías, Baumeister trasladaba su pintura al óleo al lenguaje de la impresión gráfica. Lo mismo hacía con los dibujos de esos años, como en Con formas oscuras, de 1938.
Líneas sobre azul, de 1937, corresponde a la litografía antes mencionada, pero despojada de los valores cromáticos. Sin embargo, en este trabajo los elementos individuales parecen aún más ingrávidos. En comparación con KFLS, de 1936, aquí se manifiestan las referencias a los nuevos conceptos ( Komposition - farbig - linear - schwebend) | composición, colorido, linear, en suspenso). El cuadro pertenece asimismo a la fase pictórica, pero las formas en suspenso se alejan claramente de un contexto figurativo unívoco. Este trabajo constituye pues el nexo hacia un segundo grupo de obras: los ideogramas.
Símbolos pictóricos – caracteres de escritura
Ideograma significa símbolo de una idea o símbolo pictórico. El carácter simbólico como elemento fundamental del arte abstracto estuvo presente desde el comienzo en la obra de Baumeister . A partir de mediados de los años treinta, el carácter simbólico de sus obras cobró cada vez más importancia.
Ahora pasa a un primer plano la proximidad con los caracteres de escritura asiática, que son a su vez símbolos pictóricos. En la caligrafía de Extremo Oriente Baumeister encontró algo así como un significado primigenio de la expresión artística. Así, el poder simbólico de unos cuantos trazos le resultaba más elocuente que la reproducción de la naturaleza. En Toris se percibe incluso una similitud con la arquitectura de los templos o relicarios del Oriente asiático.
Observados con detenimiento, se advierte en estos trabajos una conexión con los Corredores de 1934: la cabeza, los brazos, la cintura y los amplios movimientos de la marcha se reconocen también el Ideograma de 1936. En cierto modo, este cuadro presenta una dimensión humana, mientras que Formas en suspenso con blanco (1938) se ha convertido en forma pura. También Ideograma, de 1938, se aproxima a los límites de lo no figurativo, mientras que Tori (1938) se halla en un término medio en el plano formal.
Individualismo en lugar de esquematismo
Este período de trabajo se distingue fundamentalmente por la serie Eidos. Por un lado, representan el punto culminante de sus esfuerzos pictóricos, por otro, anuncian el siguiente conjunto de obras de los años cuarenta. Esta serie cautiva por su gran variedad de estructuras, matices de color y sus constantes nuevas invenciones. Con ellas Baumeister abandona todo esquematismo.
Ovillos de líneas que emulan laberintos confieren a cada obra un carácter individual. En todos se vislumbra una especie de figura de superficies y líneas curvas que remite vagamente a la figura humana, pero que flota sobre la tierra como un espíritu. Se trata de escenas míticas de un mundo imaginario, que hacen referencia a los orígenes del universo. Las figuras parecen nacer de la tierra, las semillas, la lava, la piedra y el viento, libres de toda referencia al mundo real y, sin embargo, de algún modo familiares en su ligereza juguetona y alegre. Ciertos elementos de la serie Eidos se encuentran también en otros trabajos de este período (véase arriba Figura en movimiento, 1936; Con formas oscuras, 1938), pero fueron integrados en una idea nueva.
No se sabe ciencia cierta qué significaba Eidos. Pero es evidente la cercanía lingüística con ideograma y la idea del símbolo original o imagen arquetípica. También fue inspiradora para Baumeister la idea de Goethe de la planta original (Urpflanze) y otras formas de vida tempranas. Otra pintura de esta fase lleva también el título Planta original (1939). Para él, lo arquetípico formaba parte más que nunca de los elementos determinantes, no solo del trabajo artístico moderno sino del hombre moderno y su experiencia vital.