Willi Baumeister desarrolló con determinación un lenguaje formal sugestivo y muy personal, singular en el arte alemán de inmediatamente después de 1945 y que le granjeó gran reconocimiento nacional e internacional en la época de la posguerra, especialmente en los años cincuenta. Por un lado, en este período se encuentran reminiscencias de la diversidad de sus fases figurativas anteriores. Por otro, crea abstracciones extremadamente condensadas, que hacen de Baumeister uno de los pintores abstractos más extraordinarios. Estos cuadros son ciertamente los más conocidos y están asociados a su nombre para el gran público.
La alegría de revivir
El final de la guerra significó para Willi Baumeister un nuevo comienzo en el plano espiritual. Tras años de aislamiento, podía volver a ejercitar libremente su arte (véase su biografía ). Sin embargo, los acontecimientos a partir de 1933 no implicaron una interrupción desde el punto de vista artístico, de modo que pudo continuar desarrollando sin fisuras lo comenzado en años anteriores. En un período poblado de exposiciones, viajes, publicaciones e intensa actividad docente, Baumeister fue extraordinariamente productivo.
Sorprendentemente, su paleta ya presentaba tonos más claros antes de 1945, como demuestran las Figuras solares o Muro de líneas sobre amarillo (ambos de 1944). No cabe duda de que Baumeister tenía esperanzas de un desenlace positivo. A estos cuadros concebidos de modo figurativo, pero en los límites de lo no representativo, se enlazan ahora diferentes grupos de paisajes y cuadros de muros. Muro maya (1945), Paisaje animado (1946) y Jour heureux (1947) son, por la fuerza del colorido y el gozo del movimiento, cuadros que denotan una liberación. Otros títulos, como Movimiento sereno, Con figuras aéreas, Paisaje vital o En nubes de colores, también son sintomáticos de esta fase.
Desde el punto de vista formal, con sus nuevos cuadros de muros y sus imbricaciones ornamentales de formas y colores, Baumeister retomaba la idea fundamental de las series de África, Callot y Perforaciones de 1942. Ya en torno a 1936 había abordado un tratamiento extraordinariamente pictórico de la superficie. En los paisajes de los años 1947-1948 se observan referencias a los cuadros de la serie Eidos de 1938-39 El tema del Jardín rocoso de 1939 y el trabajo con las motas de veladuras realizado en torno a 1940 también encuentran eco en Colina animada de 1949.
En contraste, la marcada construcción en relieve de esos años cede paso en gran parte a una concepción más ligera y plana, como se aprecia en Colina animada y en algunas Arpas. En estos trabajos Baumeister realizó variaciones sobre el tema de la pintura rupestre y de los dibujos incisos, que lo ocuparon desde 1930. Se podrían mencionar otros muchos ejemplos de estas reminiscencias, que no expresan en modo alguno una regresión, sino más bien la continua evolución de su obra.
La creación primigenia como símbolo de la reconstrucción
En lo temático seguía moviéndose en el ámbito del mundo arcaico, cuya universalidad le parecía aún más importante en tiempos de reconstrucción y de búsqueda de una nueva identificación. Todo el conjunto de su obra se caracteriza por el principio de retomar y reinterpretar conceptos ya abordados anteriormente, pero durante este período este principio cobra aún más vigencia.
Ejemplo de ello es la Pareja de aztecas de 1948, inspirada por una pequeña pieza de su propia colección, que –al igual que muchos motivos de Gigantes, Edades del mundo y Perú – simboliza el arte y el hombre primitivos en el comienzo de la creación y del acto creador. Esta postura también es especialmente fructífera durante la actividad docente de Baumeister entre 1946 y 1955.
Énfasis del aspecto moral
Durante la guerra Baumeister se había dedicado intensamente al dibujo, produciendo varios ciclos sobre temas mitológicos y del Antiguo Testamento. Ahora traslada algunos de esos ciclos a litografías y los reúne en las series Salomé (1946) y Leyendas sumerias (1947). Asimismo, transfiere al papel impreso mediante litografía y, a partir de 1950, mediante serigrafía otros muchos motivos de sus dibujos y pinturas de años anteriores –no solo de la época de la guerra– a fin de hacerlos accesibles a un público más amplio.
A diferencia de los dibujos de 1943-1944, en algunas litografías Baumeister añadía color para destacar determinadas partes de la composición o para conseguir efectos diferentes. Pero la litografía original también le servía para introducir variaciones en algunas ideas. Gracias al color y a las técnicas de frotado, otorgó una cualidad pictórica a numerosos trabajos gráficos, convirtiendo muchas láminas de esta época en mediadoras entre dibujo y pintura. En el contexto de la obra gráfica, se interesó también por el relieve como forma de expresión, recurso que fue solo marginal en las pinturas entre 1945 y 1949 (por ejemplo, Relieve marrón de Gilgamesh, 1946).
Los propósitos que perseguía Baumeister con sus dibujos durante los años de guerra aún se mantenían vigentes. A pesar de la caída de la dictadura nacionalsocialista, cuestiones como el abuso de poder y la resistencia, la fe y la humanidad no habían perdido en absoluto su importancia. Las litografías y las series le ofrecían la posibilidad de expresar su postura valiéndose de recursos artísticos.
La figura como medida del arte
A diferencia de algunas tentativas puramente no figurativas de los años veinte y treinta, todos los cuadros de los primeros años que siguieron al fin de la guerra están en el fondo comprometidos con la figura –en diferentes grados de abstracción–, aunque no se trate siempre de la figura humana. En los últimos cinco años de su producción esto solo cambiaría en algunas ocasiones excepcionales. No obstante, en el siguiente período de trabajo se añadirían nuevas ideas pictóricas que prueban el rechazo de Baumeister hacia cualquier forma de inmovilismo.